Hace algunos meses nos sorprendíamos encontrando parejas dispares que resultaban un éxito. Hoy, sabemos que en todo maridaje ambas partes son igual de importantes, que para que sea perfecta una pareja no tienen por qué ser perfectas las partes, que los defectos de una son imperceptibles cuando se equilibran con las virtudes de la otra, y que la observación individual nos aporta más de lo que podemos imaginar. De ésta experiencia, nace el maridaje que hoy os proponemos.
Al probarlos individualmente, reconocemos al instante características que congenian sin más. El Gran Colegiata, con su bonito color picota, tiene un olor a frutas agradable y suave; en boca, es refrescante y potente al mismo tiempo. Por su parte, el alfajor consigue trasladarnos a las amadas tierras argentinas de su creador en un sólo bocado, permitiendo diferenciar cada uno de los sabores que lo componen y dejando un recuerdo persistente en boca. Un recuerdo que nos animó a emparejarlo con la potencia y frescura del Gran Colegiata, resultado un maridaje perfecto para cualquier época del año, pero que personalmente, nos traslada a las cenas navideñas que están por venir.
Como siempre, más información en las respectivas secciones de Tatin de Vino.
¡A tatinear! 😉
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