Con cada maridaje nos planteamos la misma pregunta, ¿cuál es la mejor forma de haceros partícipes de nuestras experiencias? A lo largo de éstos meses hemos probado distintos formatos, historias, entrevistas, reflexiones y hoy, volvemos una vez más, la misma pregunta y una nueva forma de intentarlo.
Imaginaos un día duro, un día de esos que se te hacen cuesta arriba, en el que os habéis tenido que enfrentar a unas cuantas situaciones de las que dejan huella. Llegáis a casa con la única intención de cenar, meteros en la cama y dar el día por concluido. De repente, el teléfono en un intento de capar vuestra atención comienza a sonar, un mensaje de grupo, otro personal, grupo, personal, personal, personal… no deja de sonar, pero tampoco tenéis fuerza para saber más del mundo. Ni caso. Finalmente, y por la importancia que puede tener una llamada, hacéis el esfuerzo de volver a la realidad – ¿Diga? – Ey, somos nosotros, ¿te apuntas a un maridaje más que sugerente? Esta vez toca Tierra Blanca con buñuelos de manzana – Y una voz dentro de vosotros apetece, tímida y fugaz – ¿es posible que mi día, a última hora, mejore? – Reunión de amigos, compañeros de maridajes durante un año largo; un vino suave y agradable, de color amarillo limón, brillante y limpio; y unos buñuelos crujientes, con un pequeño punto de acidez y frescor. Realmente, un trío perfecto, equilibrado y con continuidad, de esos en dónde el orden de los factores no altera el producto, pero dónde tanto los factores como el producto te mejora el estado de ánimo. Quizá, uno de los mejores maridajes que hemos realizado hasta el momento.
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